
Es considerado un héroe nacional por
liderar la resistencia en la sierra central durante la Guerra del Pacífico
siendo general del Ejército Peruano. Merced a su labor, es considerado también
patrono del Arma de Infantería del Ejército Peruano.
BIOGRAFÍA
El mariscal Andrés Avelino Cáceres, junto
con Miguel Grau y Francisco Bolognesi, forman la trilogía de los grandes héroes
nacionales de la guerra con Chile.
Nació el 10 de noviembre de
1836, en la ciudad de Ayacucho, fue hijo de Domingo Cáceres y de Justina Dorregaray. Al sentar plaza de soldado, casi
adolescente, participó en varias acciones bajo las órdenes del mariscal Ramón
Castilla.
En 1863 ascendió al grado de mayor tras
haber tomado parte en la expedición a Guayaquil. Dos años más tarde ascendió a
teniente coronel, grado con el que toma parte en el Combate del 2 de Mayo
contra la escuadra española, teniendo una destacada actuación.
Cáceres era coronel cuando se produjo la
guerra con Chile. En la primera división que comandaba el coronel Belisario
Suárez, toma parte en la Batalla de Tarapacá donde, al mando de los batallones Zepita y Dos de Mayo, alcanzó la cumbre
haciendo huir a los chilenos.
Vio morir a su hermano en sus propios
brazos, destrozado por las balas enemigas. Pero remontando su dolor, montó a
caballo y siguió luchando hasta alcanzar la total victoria.
Cáceres combatió heroicamente en San Juan
de Miraflores. Cuando Lima fue ocupada por los invasores huyó hacia la sierra,
a pesar de estar herido. Entre los paisajes andinos organizó la resistencia y
escribió revelantes páginas de nuestra historia.
Venció a las tropas chilenas en Chilca, Marcavalle, Pucará, Concepción y Llanganuco, tras admirables golpes de
decisión y audacia. Las acciones sorpresivas de Cáceres y su dominio de la
estrategia le hicieron acreedor del apelativo El Brujo de los Andes. A sus
acciones se les llama la Campaña de La Breña.
Finalmente, fue derrotado en Huamachuco,
lo que puso fin a las esperanzas de expulsar a los chilenos.
Después sirvió como diplomático en Alemania e Italia y en 1919 el Congreso de la República le confirió el grado de mariscal. Falleció el 10 de octubre de 1923, cubierto de honores y dueño de la gratitud nacional.

Coronel
Andrés Avelino Cáceres. Foto Courret.
¿POR
QUÉ LE DECÍAN EL "BRUJO DE LOS ANDES"
Fue protagonista de la Campaña de
la Breña para resistir la invasión chilena en la cordillera peruana. Se ganó el
apelativo del 'Brujo de los Andes' porque a pesar de la mayor cantidad de
soldados que integraban el ejército chileno, se enfrentó a ellos en múltiples
combates. Cuentan que disfrazaba a las llamas con chullos y ponchos para hacer
ver su mayor numero de tropas ante el enemigo, Se hacía perseguir por terrenos
difíciles hasta alturas insoportables para los adversarios, quienes caían
víctimas del soroche, otro truco que le usaba era poner las herrraduras de los caballos de forma inversa
para despistar al ejercito chileno.
UNA
DE LAS MUCHAS DEL "BRUJO DE LOS ANDES"
Con este epíteto es conocido
nuestro inmortal paisano: Mariscal Andrés Avelino Cáceres, de quien se cuentan
varias tradiciones, muy divertidas y originales. Una de ellas es la batalla de
«Acuchimay», que se realizó en 1882.
Estaba acantonado un destacamento chileno
en el cuartel de Santa Catalina de Huamanga, con todos los pertrechos de
guerra: fusiles, municiones y algunos cañoncitos.
Cáceres quiso atrapar aquellos fusiles y
municiones, para sus montoneros, que sólo tenían como armas de combate:
rejones, cuchillos, garrotes, lazos de cocobolo, etc. Para el efecto ocultó a
sus montoneros tras el cerro de «Campanayocc>, y él se dirigió a la quebrada
de «Huatatas», donde cambió sus vestimentas de
militar y se disfrazó de chuto. Con sus cargas de leña, se dirige a la ciudad
de Huamanga.
Bien pronto
se encontró con un chileno, quien le interroga: «Oye chuto, le dice, ¿vendes
tus cargas de leña?" Sí taytay, responde Cáceres ¿Cuánto cuesta?
Le contesta, el Brujo: «a escayral tayra" bien, vamos. Encamínanse con el soldado chileno para que
descargue en la cocina. En esos instantes, Cáceres, ya echó ojo, donde estaban
los armamentos y municiones.
Recibido sus cuatro reales, valor de las
cargas de leña, se retira muy contento el chuto «Cáceres». Regresa a «Huatatas», devuelve los dos borriquillos,
nuevamente cambia sus disfraces de chuto, y se encamina donde sus montoneros.
Planeó el combate, y de noche se sitúan
tras del cerro «Acuchimay», con sus montoneros, más cuarenticinco llamas, a cuyos animales les atan
trapos bien encebados al cuello. Cada montonero con sus teas encendidas, y los
pescuezos encebados de las llamas, también fueron encendidos.
A una
señal, a las nueve de la noche, todos: montoneros y llamas, emprendieron la
bajada del cerro, con una bulla fenomenal, acompañado del sonido de latas y
cohetes, que al verse el cerro, parecía que descendía una poderosa fuerza de
miles de soldados, al grito de: «Mueran los canallas chilenos».
La guarnición
de Santa Catalina no tuvo otro remedio que irse a la fuga; sin pensar siquiera
en defenderse, dejando los fusiles, municiones, cañoncitos y pertrechos de
guerra.
Entran a la ciudad por «lIucha llucha», y toman el cuartel, y
tranquilamente sin perder ningún hombre, se apoderan de los fusiles,
municiones, etc., y se retiran a las punas de Altungana, donde comenzó a enseñar a sus
montoneros el manejo de las armas; e instruía ya las tácticas de batalla, con
toda la técnica bélica de entonces.
Los chilenos, casi muertos de
espanto se detuvieron en las quebradas de la «Totora», y como nadie les
perseguía, al día siguiente regresan sigilosamente a Huamanga; averiguan de las
huestes de Cáceres, y llegan a saber que se habían retirado esa misma noche.
Constituidos en su cuartel vieron con sorpresa que o habían limpiado de todo lo
que tenían. Al verse engañados tan puerilmente, los chilenos estaban más
coléricos que nunca. Aún más, por la treta de las llamas, con que habían sido
suplantados, por el «Brujo de los Andes».
Al día siguiente mandaron publicar
un bando donde ofrecían mil quinientos pesos por la cabeza de Cáceres; cosa que
no pudo cumplirse, pues nuestro héroe Huamanguino murió muchos años después; aún fue
Presidente de la República por dos veces y finalmente Mariscal del Perú. Murió
de puro viejo, bien tranquilo en su cama, en su residencia, en la ciudad de
'los Reyes», Capital de !a República, en el año de 1929.
Juan
de Mata Peralta Ramírez. “Tradiciones de Huamanga” Tomo I; pp.63-64
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